¿Por qué me llamo Elsa Jenner?
Aquí te cuento cómo voy construyendo mi propio templo y evolucionando.
Esta carta es una de las que más miedo me ha dado enviar, porque en ella me desnudo de una forma que quizá no lo había hecho antes, pero creo que es la única forma posible de abrirte las puertas de este espacio en el que no hay filtros ni mascaras.
¿No crees que la vida es demasiado corta para vivirla siendo siempre la misma persona? Imagina que mañana mismo pudieras convertirte en una mejor versión de ti, ¿no lo harías?
Todo el mundo tiene algo en mente que cambiaría de su vida, ¿qué es lo que ronda por la tuya? En mi caso, me he dado cuenta de que tengo cierta afición al cambio, y en concreto a cambiar de nombre.
Tuve mi primer nombre femenino con veintipocos años, comencé a llamarme Teresa, ya casi no recuerdo a esa persona ni por qué decidí llamarme así, supongo que alguien con este nombre me debió inspirar en ese momento de mi vida. A Teresa solo la conocían mis mejores amigas y venía muy de vez en cuando. ¿No te ha pasado alguna vez que con algunas personas muestras facetas de ti que no te atreves a mostrar con otras? Pues algo así.
Teresa fue la primera en besar a un chico. Recuerdo que fue en una fiesta privada a la que, hasta las doce de la noche, solo podían acceder mujeres. El día antes mi mejor amiga me dijo: «¿por qué no viene Teresa?». Pese a que por entonces solo había salido una vez a la calle con aspecto de mujer, no me lo pensé dos veces y acepté.
Fue una noche increíble, acabé pidiéndole al Dj canciones y bailando en el escenario. Mi amiga y yo aún recordamos el momento en el que aquel policía me besó, porque estaba tremendo y porque todas las chicas estaban locas por él. Lo gracioso es que luego un día coincidimos en una cafetería, pero yo iba con apariencia de chico y no me reconoció (obvio). Por supuesto no me atreví a decirle nada, por entonces mi lado femenino era algo que no quería que descubriese nadie, ni siquiera conocía el término género fluido.
Con el paso del tiempo comencé a tener curiosidad por saber qué se sentía al tener relaciones sexuales con un chico teniendo aspecto de mujer, así que me animé a abrirme Tinder para ligar, pero quería un nombre más sensual y atractivo, así que se me ocurrió llamarme Jasmine. Es un nombre que desde que lo escuché en la película Aladdin se me quedó grabado en la mente. Sí, soy de las que creció con la generación de Disney, (la antigua), cuyo mensaje dicta mucho del actual.
Yo también quería ser una princesa.
Esta etapa fue quizá la más complicada de todas, porque descubrí lo difícil que es ser mujer (o al menos parecerlo). Al principio me gustaba ir por la calle y que los chicos me lanzaran piropos, me resultaba halagador (supongo que por ser algo nuevo), pero pronto aquellos comentarios sobre mi cuerpo, el color de mi pelo o mi forma de caminar comenzaron a intimidarme y a resultarme muy violentos. Me sentía acosada.
Comencé a cuestionarme mi forma de vestir, porque llegué a pensar que quizá era eso lo que provocaba que me silbaran o me dijeran cosas, pero no, no es la forma de vestir, ni de caminar, es la cultura, nuestra cultura. Muchos hombres no consideran este tipo de actos como acoso, pero lo son, y lo son por la sencilla razón de que es un acto unilateral en el que te abordan sorpresivamente. Y sí, lo sé, me estoy desviando y esto no tiene nada que ver con mi nombre, ya me centro, pero es que no quiero dejar pasar esta oportunidad para desnaturalizar esta práctica.
En una ocasión, me fui de viaje con una amiga, ella conoció a un chico en la discoteca y se fue con él a su casa. Yo regresé sola al apartamento. Por el camino dos jóvenes se acercaron a mí y comenzaron a hablarme. Rápido me percaté de que algo no iba bien, pero pequé de inocente. De pronto, uno de ellos me empujó y el otro me arrancó el bolso de las manos. Ambos salieron corriendo.
Por suerte, le había hecho caso a mi amiga y me había guardado el dinero, las tarjetas y el móvil en el sujetador. Me quité los tacones y salí corriendo en dirección a mi apartamento. Cuando llegué, me di cuenta de que no podía entrar porque las llaves estaban en el bolso. Tuve que llamar al chico de Airbnb al que le había alquilado el apartamento y que por suerte vivía en el mismo edificio, pero claro, él me había visto con apariencia de chico, no de chica, así que aquí fue la primera vez que tuve que enfrentarme a alguien fuera de mi entorno de amigos y explicarle que a veces era chica y a veces chico.
De todo lo complicado que puede ser explicarle algo así a alguien que no conoces en mitad de la noche, lo que a mí me preocupó fue que si le decía que me llamaba Jasmine, pensara que yo era… que me dedicaba a… en fin, es que no quiero ofender a nadie con este nombre tan bonito, porque es un poco absurdo lo que pensé, supongo que los nervios y el miedo del momento me llevaron a pensar aquella estupidez y para solucionarlo me inventé que me llamaba Elsa.
Sí, por alguna razón, me pareció que Elsa era un nombre muy apropiado, muy… decente. En fin… yo y mi afición a cambiar de nombre. Lo que sucedió esa noche es otra historia...
Después de tantas experiencias a lo largo de estos años, solo me quedaba algo por hacer: escribir como una mujer. Conocía el poder que tiene la escritura para conocerse a uno mismo, porque ya había escrito antes con otro seudónimo masculino, así que comencé a escribir lo que hoy es la serie «A bordo» con la intención de descubrir nuevos horizontes en las relaciones íntimas y amorosas, quizá por eso es una de mis historias más eróticas, no lo sé.
Decidí autopublicarla en Amazon y para ello necesitaba un nombre, el que aparece en el DNI no podía ser porque no me representaba como mujer, así que elegí el nombre que aquella noche me pareció tan acertado y que, basándome en mi experiencia, causó tan buenas sensaciones. Pero claro, también necesitaba un apellido, Elsas hay muchas.
Pensé en algo que pegara y al mismo tiempo que tuviese la jota, inicial del nombre que aparece en mi DNI, el de mi yo de ahora, porque no es el nombre que me pusieron mis padres al nacer.
¿Por qué me cambié el nombre en el registro?
Muy sencillo, aquel nombre me recordaba a una de las peores etapas de mi vida y a mi padre quien me abandonó de la manera más innoble posible: se suicidó cuando yo apenas tenía dieciocho años. Perder a un ser querido en estas circunstancias es algo tan duro que solo aquellos que han pasado por algo similar pueden comprenderlo. Te cambia la forma de ver la vida. Quizá por eso comencé a ver aquel nombre como algo ajeno, sentía que no me definía, no mostraba la persona en la que me quería convertir.
Buscando apellidos que comenzaran con la jota, encontré «Jenner», me gustaba como sonaba, me parecía sofisticado e internacional. Me representaba. Subí el libro a Amazon y le di a publicar, el resto es historia.
Elsa no es solo un seudónimo, es una mujer fuerte que ha tomado el control de mi vida hasta el punto de que hay días que no sé quién quiero ser, si ella o él. El género fluido es uno de los más complejos y casi nadie lo entiende, no me extraña, a mí a veces me cuesta entenderlo, pero si lo reducimos a algo tan básico como vive y deja vivir es más sencillo.
Hagamos del mundo un lugar más seguro y acogedor para todas las personas, aunque sean diferentes. Que cada uno se cambie el nombre todas las veces que quiera y viva todas las vidas que quiera. Dejemos que las personas que buscan su felicidad, sin hacer daño a otros, la alcancen.
Me han llamado señoro con peluca, cara de cemento, oportunista, me han creado un hashtag tan ofensivo como #ElsaPene y no sé cuántas otras cosas más, porque, por mi salud mental, hace mucho que dejé de estar en Twitter. Es a esto a lo que Teresa tenía miedo, a que pensaran que estaba loca por ser diferente, a salir a la calle y que se burlasen de ella o que a algún extremista se le fuera la pinza y la matara (no sería ni la primera ni la última). Supongo que es lo que tiene recibir mensajes de odio, transfóbicos y amenazas, que una sale a la calle con miedo.
A veces adoptamos formas o conductas dentro de determinados círculos solo para ser aceptados, pero la vida es muy breve para pasarla interpretando un personaje, mejor ser auténticos y mostrarnos tal y como somos sin miedos, porque así alejaremos a las personas que no están en nuestra sintonía y podremos atraer a aquellas que sí lo están.
Gracias a todas las experiencias que he vivido a lo largo de mi vida y al trabajo que realizo en la consulta con mi psicólogo desde hace cinco años, cada día tengo menos miedo a ser quien soy, porque me conozco mejor. Y es ese aprendizaje el que quiero compartir contigo en esta sección más íntima y personal.
En la vida vamos a vivir momentos muy difíciles o nos van a pasar cosas feas, vamos a cometer errores y nos vamos a sentir mal por ellos, pero quiero que sepas que esos momentos no definen quién eres y en quién te puedes convertir. Nunca es tarde para encontrarnos. Con el tiempo también he aprendido que no necesitas ir al registro y cambiar de nombre para convertirte en una mejor versión de ti, todo está en tu mente.
Está en ti ser quien quieras ser.
No te puedo garantizar que en este espacio vayas a encontrar respuestas, pero sí que en cada encuentro te invitaré a responder preguntas que te recuerden acordarte siempre de ti, cuidar de ti y prestarte más atención, porque aquí tú eres la protagonista.
¿Y tú?, ¿sabes quién eres y en quién te quieres convertir?
Un beso muy fuerte,